La pasta de dientes es un producto clave en nuestra rutina diaria de higiene bucodental, ¿te gustaría conocer quién inventó el dentífrico?
A pesar de que hoy en día cuidar de nuestros dientes es muy sencillo empleando un cepillo de dientes y dentífrico adecuado, hubo un tiempo en el que la pasta de dientes no existía.
Para conocer el origen que tenemos de la pasta de dientes hemos de remontarnos hasta el Egipto antiguo.
Allí, hay conocimiento de que los miembros de la realeza utilizaban para limpiarse los dientes una sustancia llamada ‘clister’.
El ‘clister’ era un producto muy abrasivo con un sabor intenso compuesto a base de piedra pómez pulverizada, sal, pimienta, agua, uñas de buey, cáscara de huevo y mirra. Además, en algunas ocasiones y con objeto de prevenir el mal aliento y mantener los dientes blancos, se incluían en su composición flores y hojas de menta.
Seguidamente, en el 550 a.C. en la antigua Persia, fue también muy común el acto de limpiarse los dientes.
Por aquel entonces, la mezcla empleada para esta práctica de higiene se elaboraba al mezclar agua brotada y una tintura, algo que se aplicaba en los dientes y encías mediante un pincel.
Más allá de este tiempo, en la civilización grecorromana del siglo I a.C. la limpieza de los dientes era una práctica habitual.
En este sentido, y aunque se llegó incluso a usar la orina humana debido a las propiedades blanqueadoras del amoniaco que contiene, fue Escribonius Largus, un médico romano, el que, según se cree, inventó el primer dentífrico, un producto cuyo objetivo era limpiar los dientes.
Esta pasta de dientes estaba compuesta por una mezcla de miel, vinagre, cristal machacado y sal, y se aplicaba en los dientes mediante una tela de algodón.
Por su parte, el botánico griego Dioscórides indica en su tratado Corpus Hipocraticum la existencia en Roma de un tipo de dentífrico elaborado con leche de mujer.
Además, el poeta Marcial relata que su dentista, Cascellius, le proporcionaba sustancias muy parecidas para su higiene bucodental.
Si miramos a la antigua China, encontramos cómo los dentistas de la época inventaron una especie de cepillo de dientes compuesto por huesos y espinas de pescado.
Mientras, los árabes medievales, emplearon una mezcla de piedra pómez y arena muy fina para como parte de su higiene bucodental, aunque posteriormente conocieron que esta práctica y producto eran muy abrasivos y perjudicaban el esmalte de sus dientes.
En la España musulmana del siglo XI, el médico y botánico toledano Ibn Wafid, daba, escribió en su Libro de la almohada o Kitab al-Wisad, una receta para elaborar una pasta de dientes compuesto por: «Hojas de menta, de albahaca, de membrillo, de melocotón, con una cantidad doble de hojas de rosa, y tierra jabonera de Toledo más hojas de cidra: se pulveriza todo, se pasa por tamiz y se usa».
Sin embargo, en la Edad Media no era común que la gente se limpiara los dientes. Y es que esta higienización era una práctica que llevaban a cabo los «dentistas».
Finalmente, las pastas de dientes modernas tienen origen en el siglo XVIII. El padre de este dentífrico moderno, mucho más parecido a lo que hoy conocemos, fue un dentista llamado Peabody, y la primera pasta envasada en una caja de cerámica apareció en Gran Bretaña al final de ese siglo.
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